Sin este mirar, compadecerse, acercarse junto al enfermo, es imposible un encuentro sanador. El Buen Samaritano no sólo se detiene junto al enfermo, sino que hace todo lo posible para prestar una ayuda eficaz y para ello pone al servicio del enfermo todos sus recursos: su saber, valores, bienes, pero sobre todo su tiempo y su corazón.
Que el Señor detenga nuestros pies frente al necesitado o enfermo, que nos de unas manos que curen y consuelen, pero sobre todo un corazón que ame, porque: "Es a Cristo a quien servimos en el enfermo" Marie Poussepin.
Hna. Blanca Aurora Marín Hoyos
Coordinadora Servicio de Pastoral
Clínica el Rosario